lunes, 7 de diciembre de 2009

Jordi Labanda: Fiesta y glamour

El invierno del 2007 fue duro. El nueve de julio, Buenos Aires anocheció bajo la nieve. En agosto, la revista EL PLANETA URBANO publicó la nota que sigue a continuación sobre Jordi Labanda. El texto aUnaba el perfil de artista junto con un dulce de su visón política y una descripción de su obra hasta ese momento. Lo que sigue es la versión descarnada, previa a la edición que se publicó.

Por Diego O. Orfila.
Fuente: revista EL PLANETA URBANO, agosto 2007,año 9, número 111

Jordi Labanda es uno de los dibujantes más deslumbrantes de Europa. Con frescura y calidez, Jordi retrata un mundo de fiesta y glamour. Proyectado a la alta costura con su propia boutique en Barcelona, Labanda se ha convertido en una estrella pop de la ilustración a raíz de sus éxitos en publicaciones de España -país en que reside-, en Inglaterra, Francia, Estados Unidos. En esta nota, un recorrido por su colorida obra y por la personalidad de un hombre hedonista.

Sobre negro profundo una mujer de perfil dibujada en trazos blancos. Delgada, esbelta, recostada con el torso apenas levantado. De túnica corta, de piernas finas, con sandalias de cordones hasta las rodillas. Fuma corazones y flores en arabescos. Click en el mause. El trazo del rostro de otra mujer en tonos de grises, de cabello rubio y espumante, de ojos entrecerrados, de párpados y labios que empalagan. Cortinas de humo blanco, cortinas de humo bordó a derecha e izquierda. www.jordilabanda.com. Es la primera entrada al mundo dionisíaco y delicado del dibujante uruguayo español Jordi Labanda. Pero ¿quién es Jordi?
Nacido en Uruguay (en Mercedes) en 1968 pero residente en Barcelona desde los tres años de edad, Jordi Labanda es uno de los artistas plásticos más deslumbrantes de Europa. Labanda se desempeñó como ilustrador de las revistas La Vanguardia, Marie Claire, Vogue, Elle, Wallpaper, entre otras. Su obra retrata el mundo del glamour. En publicidad, trabajó para Fragancias Zara, American Express, Knoll International, JVC, las bebidas Font Vella Go. Estudio diseño industrial pero en 1993 decidió dedicarse a otro género. Hoy su estilo hace escuela y en diciembre del 2005 sus trabajos llegaron a exponerse en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
El comienzo de su carrera fue simple. Bastó que un empresario viera sus bocetos. Lo llamó Miquelrius -empresa catalana de papelería- y le propuso ilustrar libretas. La idea fue un éxito. De ahí en más y manera casi lineal, Jordi colocó sus diseños en lapiceras, tarjetas y remeras. Hasta que llegaron la publicidad, las ilustraciones en revistas y el humor. Hace tres años, un amigo lo convenció de que viajara a Nueva York con sus trabajos. Así lo hizo y, con la sencillez de ofrecer lo propio como formula ganadora, el periódico The New York Time comenzó a publicar semanalmente sus trabajos. Hoy, sus éxitos se prolonguen en su propia boutique en Barcelona. Su primer libro Hey Day, publicado en Europa en el 2003 (editorial RM), es una recopilación de distintos trabajos y una prueba de su vivaz estilo. Su segundo volumen, titulado Si te he visto no me acuerdo (2005, editora RM), reúne viñetas humorísticas aparecidas en la revista Magazine.

Ambiente de fiesta

"Hoy en día yo también pienso exclusivamente a la manera de las vignettes de Jordi, soy una versión más modelada y bronceada de mi verdadero yo, y me paso los días sorbiendo negronis bajo toldos rayados en Montreaux y estoy constantemente rodeado de un grupo selecto de chicas y chicos en varios estados de desnudez. Pasa unas cuantas horas en las páginas de Hey Day y es probable que te acabes viendo arrastrado hasta un universo similar de interiores exuberantes, jardines opulentos, culos prietos, narices pecosas, días soleados y fiestas interminables", invita el editor Tyler Brûlé desde el texto introductorio del libro Hey Day. Y siguen las imágenes de mujeres fascinantes y escenas de ensoñación sin letra escrita. En dónde el mayor mérito de Labanda está en la creación de la ambientación del mundo del glamour. Jordi realiza sus trabajos plásticos por entero a mano con pinceles y gouche. Las computadoras y la digitalización de imágenes -habituales en estos tiempos- no son parte de su técnica. Con un trazo definido, sin matices pero con especial trabajo en las tonalidades de los colores, Labanda logra una calidez poco común. Necesaria para la propuesta de Brûlé.
En 1989, cuando todavía estudiaba diseño industrial, Labanda viajó de mochilero con dos amigas. Barcelona, Viena, Yugoslavia, Estambul, Atenas, Nápoles, París fue el itinerario. En ese recorrido el entonces veinteañero se deslumbró en Atenas, durmió en las calles de Nápoles, sintió la exuberancia de colores y sonidos de Estambul y en Yugoslavia vio la pobreza que anticipaba una guerra civil. Los condimentos necesarios para una vivaz creación. Algunos dibujos de Hey Day están inspirados en los viajes que realizó el artista por el mundo. Ahora, viaja a París con la mirada de la alta costura. Pero nunca dejó de volver al lugar por el que pasó. Sin cámara fotográfica, como él mismo explica, pero con su libreta para bocetos y una sagaz memoria visual. Quizás por su ascendencia rioplatense, Labanda dedica una página a la Argentina (publicada en la revista inglesa Wallpaper). Dos jóvenes se besan en la boca, un muchacho de lentes oscuros viste la camiseta de la selección de fútbol, una esbelta mujer de vestido ajustado negro cabecea una pelota. Todo sobre un fulgurante fondo rojo, en el que aparecen los cliches que un argentino, en especial porteño, reconocería con facilidad. El encanto refinado esta vez cruzado con una pasión cotidiana.
















Lo más logrado de Hey Day son las fiestas de chicas de labios brillantes y miradas hacia arriba o anteojos esfumados de oscuro. Los tonos piel se combinan con los negros plenos de vestidos y trajes. De manera provocativa, en planos medios o generales, Labanda salta todas las distancias de la alta costura para describir una de las aristas de la vida urbana. Se mete entre los cuerpos que habitan la ciudad. Pero cuando gozan. Se trata de la cara hedonista de Labanda. Hedonismo es disfrutar del cuerpo. Aunque no necesariamente -en palabras del propio dibujante- fastuosidad o mucho dinero. Esta característica está relacionada con el planteo de una ambientación, en donde todo parece indicar un relato.
Una pulposa odalisca baila en el centro de una sala colmada. Una chica fresca de cabello largo, violaceo y de bikini negra deslumbra sentada en medio de una multitud alegre. Aunque él nunca se propuso escribir un comic. En el caso de las páginas de fiestas que se ven Hey Day se trata de murales que se exhiben en el restauran barcelonés "Sandwichs and Friends". De alguna manera, el dibujante involucra al espectador.
También las ilustraciones que Labanda realizó para los eventos de "Mond Club" -un multiemprendimiento que incluye locales disco, boutiques, revistas, etcétera- convocan al espectador, aunque no desde la calidez de un lugar cerrado. Son festivas y nocturnas pero con perfume adolescente. La imagen en la que dos jóvenes avanzan en una motoneta -al estilo de los años 60, típicamente europea- sobre fondo verde con estrellas y flores es una clara muestra de estética beat. "Tengo mucho público en general. Pero el adolescente me encanta en términos pop -le dijo Jordi a la revista Magazine en octubre del 2005-. No hay nada más pop que un adolescente lleve impreso algo tuyo en una carpeta tuya al colegio".
En el momento del humor el cambio es sensible. El estilo y la ambientación del libro Si te he visto no me acuerdo es la que se vislumbra en Hey Day. Aunque sin el mismo nivel de excitación. Si en el libro del 2003 se trataba de provocar el deseo a través de una fantasía dionisíaca, en Si te he visto no me acuerdo, las viñetas toman un aire costumbrista en donde Labanda retrata con ironía y color la vida cotidiana. Como alguna vez él ha explicado, de este trabajo se puede desprender cierta crítica a la sociedad de consumo, aunque él mismo se ve como un observador.
Al cabo de un recorrido por el estilo delicado y dionisíaco vuelve la pregunta, ¿quién es Jordi Labanda? Acaso quizás es una especie de Peter Pan de casi 40 años, de aspecto juvenil. Un hombre que, en sus palabras, es republicano pero siente simpatía la gente de la monarquía actual de España. Un hombre de izquierdas pero que observa -con naturalidad- a la derecha. Un hombre que tiene una relación de amor - odio con la sociedad de consumo. Más que criticar, provoca. No la ira sino el deseo.


ANEXO 1:

Está de moda

Con una camperita contra el invierno de la ciudad de Buenos Aires, una chica delgada de veinticinco años puede caminar por avenida Las Heras con una remera larga, roja, más o menos ceñida al cuerpo, con un diseño de Jordi Labanda en el frente. Ella puede saber de quien se trata y hasta quizás diga con gracia que "está de moda". Pero quizás tampoco acabe de relacionar el dibujo. No sucede lo mismo en Europa. Actualmente Jordi apuesta fuerte al diseño de ropa con su propia boutique en Barcelona.
No todo el mundo Labanda se refleja en este nuevo emprendimiento. Sin embargo, en sus colecciones de ropa femenina se cruzan dos corrientes que lo caracterizan en la ilustración: las remeras largas o los vestidos coloridos, frescos; y los diseños en blanco y negro que, sin presionar el cuerpo, destacan sus formas con ímpetu y seducción.
Discípulo filosófico de Andy Warhol, lo de Jordi Labanda es comparable, a su vez, con el dibujante de historietas argentino Willy Divito que en los años 40 y 50, desde la revista Rico Tipo, indagaba con humor y frescura el mundo femenino, generaba moda y un estilo de chicas pulposas y monumentales. También Labanda muestra en sus páginas un género de mujer que, con la cintura más o menos afinada, mantiene una presencia y un protagonismo largamente mayor que el del hombre. Así como alguna vez existieron las "chicas Divito", el diseño de ropa del barcelonés señalan unas mujeres Labanda.

ANEXO 2:

La constelación de Europa

En una de sus aristas, Labanda es el signo del relato de España. Jordi llegó con sus padres a la península en 1971 cuando tenía tres años. "Recuerdo que sufrí un choque estético muy fuerte. Todo era gris, feo, aburrido... Mi percepción de Uruguay era más pop, y me refugié en las revistas que habían traído mis padres", contó alguna vez a la revista Magazine. Era la última agonía de una larga y oscura dictadura por la que pasó el país. El destino recompensó con creces al joven Jordi. Y hoy, con sus fiestas, su suave ironía, sus colores, su brillo de estrella pop de la ilustración, Labanda es la constelación de una Barcelona exitosa y de una España prospera. Más unida a Europa que nunca.
Todos las obras que aparecen en esta nota perteneces a Jordi Labanda.
Para mayor información:

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Marcelo Brodsky y sus juegos

Con su libro de imágenes Correspondencias visuales recien aparecido, el fotógrafo Marcelo Brodsky dialoga sobre su experiencia visual

Por Diego O. Orfila




Hasta ahora es un ejercicio para académicos y especialistas. Sin embargo, el fotógrafo Marcelo Brodsky ambiciona una reflexión de largo alcance. Con su nuevo libro Correspondencias visuales (La Marca Editora, 2009), Brodsky genera un lenguaje de imágenes que atraviesa técnicas y referencias. Correspondencias visuales compila la experiencia que comenzó entre Brodsky y quien fuera su maestro, el catalán Manel Esclusa, en el 2006 y continuó con el inglés Martin Parr, el brasileño Cássio Vasconcellos, el mexicano Pablo Ortiz Monasterio y el polaco (residente en Alemania) Horst Hoheisel. Con cada uno de estos artistas, Brodsky desarrolló distintos diálogos a través del e-mail, solamente en imágenes. Ellos incorporaron tanto fotografías tomadas especialmente o de archivo, excepto Hoheisel que ha dibujado su respuesta para cada una de las imágenes que recibió.
Expuestos en secuencias y editados como libro, estos intercambios se abren al público a través de la sensibilidad, la provocación, la belleza. Brodsky afirma que Correspondencias es un ensayo visual que habla de la posibilidad de comunicarse con imágenes. Un juego de sentido referido a una práctica que, tecnologías digitales mediante, es cada vez más habitual. Por eso, el fotógrafo confía en que su último trabajo provoque una reflexión para el común de la gente. Correspondencias Visuales se expuso con positivo interés de la crítica y del público en el Centro Cultural Recoleta –Ciudad de Buenos Aires-- hasta el 7 de junio. Chile y España son algunos lugares donde se expondrán los diálogos.
-¿Correspondencias visuales fue pensado como arte o como intercambio personal?
Marcelo Brodsky -Está planteado como una obra colectiva. Es una forma de construir sentido y de construir comunicación, de tratar de explorar el lenguaje no verbal. Y de ver la posibilidad de que exista un lenguaje visual común. Todo esto tiene una cantidad de resonancias sumamente amplia. Entonces... –reflexiona- arte. Estaba dando yo una conferencia en la Universidad Di Tella y había un chico que era del Colegio Nacional Buenos Aires que había visto mis fotos de la clase cuando la expuse en el 96 por primera vez –publicada en el libro Buena Memoria-. Él dijo “yo me acuerdo perfectamente de esa foto, pero en ese momento no pensé que era arte”. Yo tampoco. Pero después me convencieron de que era arte y yo les creí. La categorización no es lo principal. Evidentemente, todo lo que tiene que ver con la comunicación experimental es una forma de arte. Yo además me muevo en el circuito del arte. Entonces será arte.


En sus ensayos fotográficos anteriores, recopilados en la trilogía de libros Buena Memoria (1997), Nexo (2001) y Memoria en construcción (2005), Brodsky se ocupa de la recreación de la memoria colectiva y de las consecuencias del terrorismo de Estado. La imagen emblemática de Buena Memoria es la fotografía anual de los alumnos del curso del colegio algo ajada y descolorida, señalada con flechas y círculos en marcador que indican el destino, muchas veces trágico, de los estudiantes. Como en otros casos, acompañado de textos escritos de diversas personalidades, Memoria en construcción se constituye como un ensayo colectivo dedicado al predio de la ESMA y al debate sobre su finalidad. La producción de imágenes en esta temática le valió el reconocimiento mundial.

Después de diez años, Brodsky dice estar abierto a una experiencia visual nueva y más amplia. Hace un paralelo con la dialéctica de Correspondencias Visuales y afirma que la trilogía de trabajos anteriores es el camino que lo llevó a su nueva obra. Se trata de un recorrido arduo. Nacido en 1954, el artista vivió la dictadura de 1976 como una marca generacional y personal. Su hermano fue desaparecido en el 79 mientras él se exiliaba en España desde el año anterior. Hoy, dirige la agencia Latinstock y, de chaleco naranja y pantalones al tono se recuesta en el sofá del amplio living de su agencia para modelar y remodelar la reflexión sobre el sentido. Entre vivaces colores e imágenes electrónicas que van y vienen, el humanismo que caracterizó todos sus trabajos revive aunque con nuevas formas.

-¿Cómo comenzó la experiencia de las Correspondencias visuales?
M. B. –La primera fue con Manel Esclusa, que fue mi maestro de fotografía en Barcelona, en los años de exilio. Estudie con él entre el 81 y el 84. Después mantuvimos una relación esporádica. Ocasionalmente nos encontrábamos. Pero cuando fui a presentar el libro Memoria en construcción, a Barcelona, en el Colegio de Periodistas de Cataluña, estuvo Manel y decidimos iniciar algún tipo de intercambio que no sabíamos que forma iba a tener. Finalmente decidimos que era más interesante hacer una obra nueva y que nos íbamos a mandar imágenes. Una correspondencia visual. Ya mantuve unas 15 correspondencias visuales y seguramente haré algunas más.
-Es inevitable la comparación con una conversación
M.B. –Una conversación que se parece a un epistolario que se publica. No es un diálogo intimo. Desde el momento en que se encara, se plantea como un ensayo sobre el lenguaje. Además hoy, con el teléfono móvil, uno tiene una cámara, uno saca, lo envía. Hay una tecnología que permite hacer uso de este tipo de comunicación. Y es una tecnología que no se está usando aún con un sentido complejo en lo que hace a la cultura visual. Los chicos que participan de las redes sociales mandan imágenes pero su uso generalizado tiene que ver con una especie de autorretrato expandido. Yo aquí. Yo allí. Cuando en realidad, la posibilidad de comunicarse con imágenes va mucho más allá del autorretrato.
-¿Cómo es la respuesta del público frente a Correspondencias?
M.B. –Los comentarios se relacionan con la experiencia viva que están teniendo los chicos y las chicas en Internet, en cuanto a su colectividad y a su relación con las imágenes. Reaccionar frente a una imagen es una hecho contemporáneo, propio de la cultura en que vivimos. Mi propia hija de seis años me ayuda a contestar las imágenes. Me dice “mirá por qué no hacemos así y así”. Hay una facilidad para entender esto como algo natural. A todo el mundo le interesa porque todos se comunican con imágenes. Y esto lo que hace es llevar el asunto un poco más adelante. Lo pone en acción. No resulta ajena a cualquier persona que circula. Aborda una temática actual. Real. La falta de tiempo para leer y la posibilidad de comunicarse con imágenes. Estas cosas están planteadas. No están resueltas. Una obra de arte no pretende resolver sino hacer preguntas. Al mismo tiempo he tenido intercambios visuales con gente con la que no puedo conversar, con la que no tenemos un idioma en común. Y sin embargo nos podemos comunicar por imágenes.



Las palabras y el camino sensorial

El grabador registra su voz como un susurro. Indica algo. Su cuerpo redondeado salta del sofá. La pared del fondo del amplio living es una ventana vidriada por completo. Desde el segundo piso se ven las copas de los árboles y las plantas más altas. Maleza de patio interno de elegante adoquinado en el barrio de Belgrano. “Mire allá, ¿lo ve? Sobre las hojas del roble”, señala el fotógrafo. Entre el verde, el ojo de Brodsky lo ha visto. Un petirrojo, insiste. Jorge Luís Borges era ciego. Pero tenía las palabras. Con ellas llego a describir el Aleph, el punto que en sí contiene todos los puntos.
-¿Usted ve en cada diálogo el tipo de persona con el que va a trabajar?
M.B. -En principio las conversaciones visuales empezaron con gente que conocía o que me la presentaron. Una breve charla, algún conocimiento. Ahora voy a tener una correspondencia con una artista sudafricana que no conozco, que no le vi la cara. Me la presentaron por e-mail. Sinceramente, cada diálogo se va desarrollando con su propio tiempo y su propia evolución como un diálogo entre dos personas. Yo no planteo previamente como va a ser. Sin embargo, filosóficamente podríamos decir que con la primera imagen ya se puede anticipar como va a ser todo el diálogo.
-¿Sí?
M. B. -Se podría imaginar, de manera un poco borgeana.
-¿Coincide en la cita de los ensayistas de Correspondencias al referirse al cuento “El Aleph”, de Borges?
M. B. -Coincido en que se puede determinar el diálogo con la primer imagen y coincido con que, si yo fuera un visionario, podría anticipar el diálogo antes de que suceda. Pero como no soy un visionario, sólo soy un fotógrafo, lo tengo que transitar para saber como es –salta una risa breve-. Es parte del juego. Hay infinitas respuestas –hace un silencio- pero por alguna razón uno elige una. Este trabajo es más abierto. Quizás yo después de los trabajos anteriores he adquirido la madurez necesaria para enfrentar este proyecto sin preconceptos. Por voluntad de experimentar. Pero para poderlo hacer... –reflexiona en silencio- quizás tuve que, previamente, desarrollar un camino. Como cada uno de mis interlocutores en cada correspondencia. Manel, Cássio Vasconcellos, Martin Parr... son artistas que tienen sus años de creación visual.
-En Barcelona, sus primeros estudios fueron en la carrera de economía, ¿hubo un salto de la economía a la fotografía?
M. B. -La fotografía tiene su lado económico. No es barato producir imágenes. Yo para poder pagar mis fotos tuve que armar una agencia de fotografía. En ella desarrollé mi rol como gestor, en todo lo que tiene que ver con la circulación de las imágenes. Tengo una agencia que es Latinstock y una actividad profesional desde hace más de veinte años. Eso es lo que me ha permitido financiar mi obra. Particularmente la parte de Derechos Humanos no es fácil de solventar. Tiene una gran demanda de producción y de viajes. La combinación en torno a la fotografía, como herramienta de comunicación, es la historia de mi vida profesional.
-¿Se abrió del tema de los Derechos Humanos?
M. B. –Con Buena Memoria, Nexo y Memoria en Construcción hice una trilogía que duró diez años. Termino la producción visual en torno a ese tema, de momento. Pero continúo mostrando esos trabajos. Forman parte de mi carrera y yo los reivindico. Ahora estoy haciendo otra cosa. La vida va cambiando. De todas formas, en algunos de mis diálogos aparece una referencia poética a esa temática. Como soy yo el que dialoga hablo de las cosas que tienen que ver con mi experiencia. Pero no es lo único. Es una cuestión que ha marcado a mi generación y en consecuencia forma parte de nuestro discurso y de nuestra preocupación. El punto es que un proyecto como el de las Correspondencias Visuales me permite sacar a la luz una cantidad de imágenes, de preocupaciones, de puntos de vista.
-¿Su preocupación por los Derechos Humanos, además de una cuestión generacional, tiene que ver con su historia personal?
M. B. -Mi hermano desapareció en el 79, yo ya estaba en el exilio. Pero no fue hasta 1996, diez y siete años después, que pude trabajar el tema con mis herramientas visuales y creativas. Antes me fue imposible abordarlo. Tuve que resolver otras cosas en la vida. En el momento en que lo hice no era un tema que estuviera de moda. No era un tema del que se hablara en el arte. Fue para los 20 años del golpe, en pleno menemismo. Estaban los artistas que siempre se ocuparon como León Ferrari, sin embargo la cuestión no formaba parte de la escena. Ahora sí.
-¿Se podría pensar un tema común a todas las correspondencias?
M. B. –Puede ser. El primer elemento en común en las correspondencias visuales es que yo estoy en todas ellas. Está este autor y su manera de ver. Pero yo también tengo la sensación de que son todas muy distintas. Hay elementos en común y otros que no lo son, que están dados por las preocupaciones de los otros y el estilo de los otros. En relación conmigo, generan un diálogo distinto.
-Los ensayistas de su libro encuentran puntos en común, por ejemplo la vida...
M. B. –La madera –interrumpe-, los árboles –ríe breve-. Eso ya es la interpretación que hace el teórico.
-Todos sus libros tienen una parte de texto.
M. B. –Sí. Me interesa mucho la interacción con la palabra escrita. La interacción con el crítico. Me interesa que en los libros haya opiniones. A diferencia de muchos otros fotógrafos que prefieren exclusivamente las imágenes. Correspondencias es un libro en donde lo visual tiene un protagonismo absoluto. Sin embargo, en el ensayo “Papeles furtivos”, el diálogo entre Eduardo Cadava y Paola Cortés-Rocca asume la forma de correspondencia. El mecanismo de asociación libre que se manifiesta en lo visual, yo creo que también se manifiesta lo escrito. Siempre me interesó la palabra. En mis libros anteriores, el texto forma parte de la obra. Mi primer libro fue de poemas, en el 82. En Nexo uno de los capítulos se llama “Los condenados de la tierra” que es un trabajo sobre los libros que sae enterraban para que no los encuentre la dictadura, cuyos textos se pueden leer, releer y reconstruir a través de sus fragmentos. También está la escritura en relación con la propia obra.


-La palabra tiene un diccionario que fija significados. Las imágenes no. Sus imágenes, ¿de qué hablan?
M. B. –Eso es como preguntarse de que habla un poema. Uno puede interpretarlo así o asa. ¿Habla del bosque o habla de su familia? La palabra tiene un diccionario pero la combinación de palabras no lo tiene. No creo que haya un diccionario visual. No creo que tenga sentido crearlo. Porque para cada experiencia podría cambiar. Lo que sí hay es una cultura visual. Y hay un conocimiento de lo que han hecho los fotógrafos antes y de lo que han hecho los artistas antes que uno.
-En sus libros anteriores, Nexo, Buena Memoria, Memoria en Construcción, hay una voluntad de testimoniar. En este último no.
M. B. –No. No hay una voluntad de testimoniar sino de jugar. Voluntades diferentes. De todas formas, también hay puntos de contacto aunque no son directos. Porque Correspondencias Visuales no aborda ningún tema en particular salvo el propio lenguaje...
-¿Usted no interpreta las secuencias de imágenes como lo hacen los ensayistas del libro?
M. B. –No –sonríe-. Me divierte leerlos. Los ensayistas escriben lo que quieren. Yo no los corrijo.
-En la primera correspondencia, con Manel Esclusa, parece haber un vuelo estético.
M. B. –Sí. Una cuestión sensorial, diría yo.
-¿Quizás en todas haya algo relacionado con la naturaleza?
M. B. –La naturaleza es un elemento. En unas aparece más que en otras.
-Con lo humano, sería mejor decir.
M. B. –Sí –piensa-. Toda búsqueda del lenguaje es la búsqueda de algo humano.
-Quizás yo insista en buscar puntos en común porque estoy influenciado con sus libros anteriores, que eran de carácter claramente humanista.
M. B. -Este libro también tiene un carácter humanista pero desde otro lugar. Yo también estoy influenciado por los libros anteriores. Los libros anteriores son el tránsito que me llevó a hacer este. Y este es el tránsito que me llevará a hacer el que viene.
-La correspondencia con Martin Parr está plagada de tonos piel.
M. B. –No me lo había planteado. Creo que es una instancia de humor, de ironía.


-El humor se ve también en el intercambio con el mexicano Pablo Ortiz Monasterio.
M. B. -El diálogo con Ortiz Monasterio
me pareció bien cerrado. Muy redondo. Me gusta como quedó. Hay una serie de temáticas bíblicas y

filosóficas ahí metidas. Sí, tiene humor. Me gusta.
-Además, el diálogo con Ortiz Monasterio plantea la pregunta acerca de cuándo se acaba una correspondencia.
M. B. –No necesariamente se acaba una correspondencia. Pero nosotros decimos “está bien”, hay un conjunto de ideas. Con Pablo hicimos esto y no creo que lo retomemos. Llegamos hasta ahí, estuvo bárbaro.
-Lo de Ortiz Monasterio termina de forma dura. Con una imagen casi cinematográfica.
M. B. –Sí, refiere a los libros anteriores. Además, lo que ha pasado es que después de desarrollar la correspondencia con cada uno, uno es más amigo del otro. Hay una cierta intimidad. Uno siente que se ha comunicado desde otro lugar.










































La secuencia de imagenes que abre la nota pertencece a la correspondencia visual entre Manel Esclusa y Marcelo Brodsky (Correspondencias visuales, La Marca Editora, 2009).
La imagen del colegio pertenece a Marcelo Brodsky (en Buena memoria, La Marca Editora, 1997).
La imagen de "Los condenados de la tierra" pertenece a Marcelo Brodsky (en Nexo, La Marca Editora, 2001).
Las imagenes en secuencia que cierran la nota pertenecen a la correspondencia visual entre Marcelo Brodsky y Pablo Ortiz Monasterio ( enCorrespondencias visuales , La Marca Editora, 2009).

martes, 14 de julio de 2009

Chimaski. Son sólo tres medidas de Rotring

La artista Caro Chinaski muestra sus cartas



Por Diego O. Orfila


Es una chica en ascenso. Publica en el diario La Nación a razón aproximada de una ilustración por mes en la sección Última Página. Desde el 2006, produce una historieta por semana para el blog Historietas Reales (http://www.historietasreales.com.ar/). En el 2007, salió su libro Indecentemente cursi (editorial Domus) en el que recopiló los cuadritos de H. R. Culturalmente nacida del ámbito de los fanzines alternativos de los años 90 -produjo Oceano y Charquito, junto a Clara Lagos- y fanática de Hate, el comic de Peter Bagge –mítico en el undeground de la década pasada-, ex diseñadora de indumentaria, Caro Chinaski cuenta con un sinfín de proyectos. Este año, Editorial Planeta dará a conocer un nuevo libro en el que la artista recopila las ilustraciones de su propio blog Oh_no( www.fotolog.com/oh_no), creado en el 2004.

Como ella misma lo define, Oh_no es “ilustración autobiográfica”. Cada día un dibujo y unas líneas que remiten a un estado de ánimo personal y cotidiano. En este punto, Indecentemente cursi va por el mismo camino. Se trata de las historias de una chica que vive sus aventuras cotidianas y acidas puntualmente cada viernes. En blanco y negro, la obra de Chinaski plantea un delicado equilibrio entre deformidad y belleza, entre oscuridad y gracia, con una economía de recursos basada en las tramas y en el uso discreto de negro pleno. Indecentemente cursi es prueba de ello y también, la serie de cuadritos que presentó en la exposición Blanco, negro y un color, entre 14 de mayo y el 6 de junio, en Proyecto Bisagra Cont Art Gallery (Bonpland 1565). En sus trabajos en color, utiliza el color digital de la computadora, por práctico y rápido. Lo que no le impide lograr un dibujo sensible y personal. Aunque, en sus cuadros y murales, Caro Chinaski sabe de color con matices y texturas. Audaz, oscura, divertida, en esta entrevista la artista habla de sus trabajos, de sus obsesiones, de su historia. En una palabra, de una de sus mayores inspiraciones: su vida.

-¿En qué va a consistir tu nuevo libro próximo a editarse por editorial Planeta?
Caro Chinaski -Es la página web Oh_no. Imágenes y textos. Igual tiene como una revisión. Creo que va a ser de 25 cm por 25 cm, ese es el tamaño original de los cuadernos de Oh_no. Cada página es el escaneado del cuaderno original.
-¿Es como esto? –este periodista saca una página de Oh_no impresa-.

C. Ch. -Me gusta mucho esta –suave, delicada-. No se por qué. Las poses, las manos. Desde que lo empecé, en el 2004, era un ejercicio de todos los días. Hasta ahora tengo dibujados ocho cuadernos. Oh_no empezó como un ejercicio. A ver si puedo hacer algo todos los días. Un texto y una ilustración. La dibujo y lo escribo 15 minutos antes de subirlo a Internet. Si lo hago un día antes, ya no tiene la misma gracia para mi. No es un momento, es en el medio de todo.
-¿Dibujas en tu casa o tenés un estudio?
C. Ch. -En este momento dibujo en mi cuarto. Soy media caótica para trabajar. En este momento, mi estudio es mi cuarto, mi living, mi todo. Vivo en un monoambiente. Aunque es bastante grande. No tengo mucho orden. Soy muy obsesiva con mi trabajo. No con mi casa. Mi casa es un caos absoluto. Mi trabajo, no. Pero tengo todos los originales llenos café con leche. Soy obsesiva con mi trabajo mientras lo estoy haciendo y antes de que lo publiquen.
-¿Obsesiva quiere decir perfeccionista?
C.Ch. -Mientras trabajo soy tremenda. Me paso horas y horas y horas haciendo una pelotudez. Por ahí en un ojo estoy 45 minutos. Ese es el momento en el que más sufro –la voz se le escapa en una risa breve-.
-¿Te referís a la escritura o al dibujo?
C. Ch. -En realidad, nunca escribí un guión y después lo dibujé. Voy armando a medida. Pero las tramas, esas cosas, son algo que me hace sufrir un montón y a la vez me encanta cuando lo tengo terminado. Por ejemplo, cuando voy por la mitad del pantalón digo “la puta que me parió, porque no lo habré hecho a negro a pleno”. Lo mío es como una psicosis de la tramita. Es muy de obsesivo pero no me puedo despegar.
-
Observo tu libro de historietas Indecentemente cursi y pregunto, ¿cómo juega lo urbano en tus trabajos?
C. Ch. –Lo urbano no juega mucho. No hay mucha ciudad. A mi la ciudad no me va. No. No soy muy amante de la calle porque sí. Si salgo a la calle es para hacer algo. Hay gente que necesita todos los días ir a tomar un cafecito. Yo prefiero quedarme en mi casa. Ahora estoy viviendo en Benavidez, vivo al borde un lago.
-Sin embargo, creo apreciar lo urbano en las distancias cortas y los detalles de los planos que presentas en tus comics. Quizás se trate de la visión de distancia corta propia de la ciudad.
C. Ch. –Me gustan más las expresiones y los movimientos antes que el paisaje. Uso el paisaje cuando realmente tengo que decir algo que lo requiera. Si no, siempre planos cortos.
-Otra característica de tu trabajo en historieta en blanco y negro es que logras un cierto brillo, un cierto glamour, con sólo líneas.
C. Ch. -Son sólo tres medidas de Rotring. Claro –sonríe con los labios finos-. Un número 1, un 0.7 y un 0.5. Eso es todo lo que tengo. Y la mano. En color es otro dibujo totalmente. Es otra manera de dibujar. Y no podés hacer tantas tramitas –ríe-.


El perro y la rata

-¿Cómo empezó Historietas Reales?
C. Ch. –Fue idea de Federico Reggiani y Frank López, que son los chicos que hacen Autobiógrafo –se puede ver en www.historietasreales.com.ar-. Dijeron “por qué no hacemos un blog en el que cada uno tenga que escribir una historieta sobre su vida un día a la semana”. Llamaron gente. Cuando me llamaron a mi, yo ya venía haciendo una especie de autobiografía con Oh_no que empezó en el 2004. Historietas Reales creo que empezó en el 2006. Cuando me lo dijeron me pareció genial. En realidad, llamaron, por separado, a mi compañera Clara Lagos, con la que hacíamos el fanzine Océano y charquito, y a mi. Nos pareció genial.
-¿Cómo empezó el fanzine Océano y Charquito?
C. Ch. –Hagamos un fanzine –voz de nena-. ¡Bueno!
-¿Eras dibujante?
C- Ch. –No. Yo siempre dibuje. Dibujaba horrible. Nunca hice un curso de dibujo en mi vida. Dibujo muy deformemente pero estoy bastante en paz, no digo conforme. Creo que llego a expresar lo que quiero.
-Alguna vez dijiste que extrañabas la época en que dibujabas más suelta, ¿con qué tiene que ver esa época?
C. CH. -Yo en ese momento dibujaba un perro y vos entendías una rata. A mi no me importaba. Mientras vos pudieras seguir la historia, estaba bien. Me parece que yo trato de decir algo y vos entendés lo que entendés. Y me parece genial. La libre interpretación de lo que yo hago es muy importante. Más allá de la mínima línea de lo que yo quiero tirar, lo demás entra en la cabeza de uno. Pero extraño eso, no preocuparme tanto porque un perro se parezca un perro. Eso tiene que ver conmigo. Es un proceso natural. Cuando una esta trabajando y trabajando y trabajando, hay cosas que no te permitís. Igual, naturalmente, ya no me sale dibujar un perro rata. Por ahí, extraño el no preocuparme tanto por lo que vaya a salir. Lo siento como presión todos los días.
-¿Eso tiene que ver con la exigencia propia del trabajo, con tener que cumplir al día?
C. Ch. -Trabajo para todo el mundo. Pero no es que me estoy preocupando porque en La Nación me entiendan. Sabés que La Nación es el único medio que nunca me rebotó una ilustración. Desde el 2007 hasta ahora.
-¿Cómo surgió la historieta a color “Llega como un trueno. Te parte como un rayo” que se publicó en la selección española Ábreme (Ed. Moebius, 2008)?


C. Ch. –Me invitaron. Los editores son argentinos pero la editaron en España. Me propusieron hacer una historieta con temática gay o lésbica y dije que sí. Lo que pasa es que tenía que ser en color. Me gusta el color. Pero me cuesta hacer historieta a color. Y en realidad es lo que vende. Mirá internet. Color es mucho más vendible. Yo me acuerdo cuando la Hate, la historieta de Peter Bagge, cambió blanco y negro a color. Se armó un gran debate.

-¿Te resulta difícil el color?
C. Ch. –No. En color, tiqui tiqui tiqui con la computadora y listo. Me resulta más atractivo el blanco y negro.
-¿Para el color siempre usas computadora?
C. Ch. –Computadora siempre. Todo lo que veas, por más que tenga color, está dibujado en papel. Todo, todo. Primero lápiz, después entinto, borro el lápiz, escaneo y pinto en la computadora.
-Pintás la superficie a pleno en color.
C. Ch. –Sí, soy medio caballo en eso. Creo que aprendí a pintar en capas hace muy poquito.
-También haces cuadros y ahí no hay computadora.
C. Ch. –No. Es que la computadora para mi es una herramienta. No te diría como barniz en un cuadro porque sería demasiado peyorativo para la pobre computadora que pone el color. Yo dibujo en papel y hago todo en papel menos el color. Si yo usara lápices o acuarelas de una forma más profesional de lo que lo hago, quizás no usaría computadora. Pero no puedo, no tengo tiempo.
-Pero podés meterte con otras técnicas.
C. Ch. –Sí. Cuando pinto cuadros, pinto con acrílico, aerosol, tinta, vino, mate, café, pintura de tela, pintura de uñas. Lo que encuentre. Para mi el cuadro o la pared es mucho más experimental. En la historieta no soy muy experimental. En la historieta puedo ser experimental en la forma o en el relato pero no en la técnica.
-Pintas paredes, murales.
C. Ch. –Sí –despreocupada-, de vez en cuando.
-¿Bajo que régimen legal?
C. Ch. –Ningún régimen legal –ríe con inocencia-, ilegal. Bueno, si alguien me preguntan si quiero pintar un mural y creo que está bueno, ahí es legal. Por ejemplo, el que hice en el jardín del centro cultural Espacio Martínez, en Villa Urquiza. Me pusieron un andamio y demás. Es legal.
-¿Y este otro mural?

C. Ch. -Ese fue en Rosario. Ese fue ilegal. Mide más de cinco metros de alto. Fue la policía montada mientras estábamos pintando. Vino a echarnos. No lo logró. Fue el año pasado. Fuimos un montón de gente de acá a Rosario a pintar los corralones que están en el puerto. Abajo del monumento a la bandera. Supuestamente estaba todo bien con el municipio y nos habían dicho que sí. Pero no teníamos ningún papel y nos vinieron a echar. Fue muy gracioso, teníamos una escaleras de cinco metros. Venía la policía decía `chicos, basta de pintar”, bajábamos la escalera. Se iban a quejar al otro depósito, subíamos la escalera. Volvían “les dijimos basta de pintar”, bajábamos la escalera y así. Eran cuatro o cinco galpones que estaban siendo pintados de los dos lados.
-Pienso en la motivación de hacer una obra a riesgo de caer presos.
C. Ch. –Bueno –piensa-. Me agarró la policía pintando sola hace muchos años. “Qué está haciendo señorita”. Pintando. “Pero ¿usted es artista?” Me quedé mirándolo como diciendo “yo qué sé. Sí.” Y me fui. Fue en el 2005. Estaba sola, a la madrugada. Hice un comic sobre eso.
-¿Cuál es la motivación política?
C. Ch. –Ninguna –segura-. No tengo motivación política. Tengo mis creencias y lo que yo creo que está bien y lo que yo creo que es sano. Pinto en la calle porque es otro lugar donde puedo pintar. Pinto donde puedo, dibujo donde puedo. Creo que todos los soportes son buenos, son validos.


Ponerse a la moda

Cae la tarde esmerilada en el Palermo de las vidrieras de diseño y tono ambarino. Alta y delgada, Chinaski camina y sacude con suavidad los jeans anchos a la altura de la pantorrilla. Trenta y tres años. Vive en Benavidez –al norte de la Provincia de Buenos Aires-, en un amplio monoambiente frente a un lago. Pero eligió una coqueta librería de Palermo para mostrarse. Ex diseñadora de ropa, Chinaski tuvo una marca legendaria durante diez años con su correspondiente local en la galería Bond Street (avenida Santa Fe al 1600). Sobre el delgado brazo izquierdo, calza un brazalete oscuro que brilla bajo la tenue música de Tom Waits.
-Te preguntaba sobre lo urbano en Indecentemente Cursi, hay otra característica relacionada: la historieta trata sobre una chica que se viste muy bien.
C. Ch. –Ah, mirá –halagada-. En la historieta me visto mucho mejor que personalmente –rie-. Yo tengo un tema con la imagen. Siempre estoy mirando todo. Me gusta la gente que se viste lindo. Me gustan las cosas que me dan placer a la vista. O que me chocan.
-¿Cómo se relaciona esto con el diseño de ropa?
C. Ch. –Ya no soy diseñadora de ropas. El diseño ropas ocupaba otro lugar en mi corazón. Me dio mucho placer durante diez años pero ya no. Hablo de la marca de ropa. En cierto punto, dejó de darme placer porque tenía que responder más a la demanda de mercado que a lo que yo quería hacer. Ya no era lo mismo.
-¿Dejó de darte placer o ganancia?
C. Ch. -Nunca medio perdida. Pero ya no me entusiasmaba y entonces no me daba el dinero que me daba antes.
-En el 2006, trabajaste en una empresa textil franco – argentina.
C. Ch. –Ahí trabajaba de empleada. Haciendo diseño de estampado textil, que es otra cosa. Fue una tortura. Me hacían dibujar flores y yo quería dibujar lo que fuera. Me daban cierto espacio pero no el que yo quería. No estoy acostumbrada a que me limiten. Fue bastante difícil. Hacía patrones para estampar telas en un continuo. No es lo mío. Aunque aprendí un montón. Me saqué el gusto de experimentar con todo lo que tenía. Podía meter tintas chinas, oleos, acrílicos, collage.
-¿Así y todo te cansó?
C. Ch. –Me echaron por sindicalista. Estaba todo el tiempo diciendo “tenemos que tener más tiempo para almorzar”, “estamos cobrando menos porque no se qué”.
-Y después, yo pregunto por la motivación política...
C. Ch. –Es que yo tengo muy claro lo que me parece justo o no. Creo que política hago con mi vida. O con la historieta.
-En Indecentemente Cursi además se ve la descripción de una forma de vida.
C. Ch. -Vivo en Benavidez y estoy igual de psicótica que siempre. Me levanto un poco después de que amanece y me acuesto a las diez y media de la noche. Pero estoy tan zarpada como siempre.

-Este es un diseño de campera que vos creaste...
C. Ch. -¡De dónde sacaste este buzo! –festeja entusiasmada como una adolescente-. ¡Qué lindo! La espalda tiene el logo dibujado a mano por mi. Me retrotrae a un época –recuerda-. Ese estampado es del 2000 o 2001. No tengo nada de esto. Cuando cerré el local, doné todo a obras de caridad.
-Tenías el local en la galería Bond Street cuna de punks, darks y alternativos varios.
C. Ch. –Sí. Lo único que no hacía era atender y coser. Porque no me daba la vida. Todo lo demás lo hacía yo: Los moldes, los diseños. En el sótano del local tenía una mesa de corte. Yo dibujaba y lo mandaba a un estampador. Las cosas técnicas siempre las dejé en manos de gente que realmente sabía.
-¿Eras dark en tu forma de vestirte?
C. Ch. -No.
-Maitena dice en el prólogo de Indecentemente cursi que el dibujo tiene un toque dark.
C. Ch. – Yo lo veo un poco oscuro. Pero es depende quien lo mira.
-En el local de comics Rayo Rojo, de Bond Street, saben quién sos.
C. Ch. –Ahí vendía mis fanzines Océano y Charquito, ahí iba yo a buscar los comics. Era uno de los pocos lugares que traían historietas de afuera. Yo iba a buscar el último número de Hate, como hoy los chicos vana buscar la última temporada de Lost. Íbamos quinientas veces y siempre “la semana que viene me llega”.
-Ahora viene la clásica pregunta por tus influencias.
C. Ch. –Odio esa pregunta.
-Leo una lista que alguna vez declaraste. Charles Bukowsi, Horacio Quiroga, The Ramones, T – Rex, Stephen King. Literatura. Música. Hay más.
C. Ch. –Te puedo agregar cuatrocientos millones más. Yo soy totalmente permeable a todo lo que veo. Entonces, me preguntás por las influencias y yo te voy a contestar Horacio Quiroga. La oscuridad de Quiroga. Quiroga estaba persiguiendo la próxima palabra todo el tiempo. De Stephen King tomo la simpleza para relatar, lo mismo que Bukowski. No se enroscan.
-¿Y de los historietistas?
C. Ch. -¿Cuáles me gustan?
-Manara figura en la lista de tus influencias.
C. Ch. –Me encanta. Por las texturas, por el movimiento.
-¿Por el perfeccionismo en el cuerpo femenino?
C. Ch. –No sé. Mis mujeres son todas flacas y eso no quiere decir que yo defienda un estereotipo de mujer.

-¿Seguís a los clásicos de la historieta argentina?
C. Ch. –No. Leí a casi todos. Pero no los sigo. Nunca nombro a ninguno como influencia. No conozco tanto como para hablar con propiedad. Pero, por ejemplo, Divito me parece genial.
-¿Vos no te llamás Chinaski?
C. Ch. –No. Me pusieron Chinaski por el local de ropa. En el momento en que abrí el local, yo estaba leyendo La senda del perdedor y mi novio Hollywood, ambos de Charles Bukowski. Estábamos los dos encantados. Y ¿qué nombre le pongo al local, qué nombre le pongo al local? “Chinaski”, que es un personaje de Bukowki. Ni lo pensamos. Chinaski para un local de ropa es bastante ridículo porque el tipo vivía con la misma camisa y el mismo pantalón durante tres meses. Después me quedó porque entre amigos me decían “Caro, la de Chinaski”. Llegó un momento que nadie sabía mi apellido. Mi familia me tiene agendada como Chinaski –ríe-. Mi sobrinito de cinco años, me llama Caro Chinaski –saca un dibujito de su sobrinito-.
-Tu sobrinito aparece en Indecentemente cursi y vos apareces como la tía Nina. Eso y otras cuestiones tienen mucho de tierno, ¿en eso va lo cursi?
C. Ch. –Es como una ironía porque para mi lo tierno no es cursi. Amar a tu sobrinito no es nada cursi. El dibuja conmigo, se ha metido en mis cuadros. Hace mierda todo con los crayones. Yo lo dejo.
-Conozco algunas chicas que se identifican con tus personajes.
C. Ch. -Con Oh_no me pasa mucho. Muchos chicos me dice “sí, a mi me pasa lo mismo”. Pero hombres. Varones. Grandes, chicos. No estoy hablando desde un lugar meramente femenino. Hablo más como ser humano que como género. Sí, tengo los tics femeninos. Porque soy mujer. Indecentemente cursi no podría ser un hombre pero porque yo no puedo ser un hombre. No puedo ver con los ojos de un hombre. Me encantaría por un día. Por un día.


Todas las imágenes que se presentan en esta entrevista, sin excepción, son de la autoría de Caro Chinaski.
Imagen del mural de Rosario levantada de
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