miércoles, 9 de marzo de 2011

Floreal Ferrara 2005. La salud y el antagonista

Médico cardiólogo, sanitarista y referente irreductible del peronismo, Floreal Ferrara falleció hace casi un año, el domingo 11 de abril del 2010, a los 84 años. La entrevista que sigue fue publicada en mayo del 2005 en la revista LEZAMA (reeditada para TRUCO Y RETRUCO). Ferrara aun contaba con una capacidad de discusión potente. Rengo para caminar pero gran conocedor del terreno filosófico, el experimentado médico defendía a capa y espada su histórica idea de una política en salud llevada adelante en una gestión directa y popular. La explosión del asambleísmo post diciembre del 2001 más los libros de Michel Hardt y Toni Negri pusieron a Ferrara en sintonía con los tiempos que corrían de la primera década del siglo XXI. Con su experiencia a cuestas, Ferrara amasaba un proyecto político de gestión en salud que deambulaba en una extraña contradicción del peronismo –una más y van...-, quizás la más jugosa de todas: aquella que va desde Ramón Carrillo, el genial estratega del Estado, y Eva Perón, el ícono indiscutido del pueblo.
Teoría Social y Salud (1985), Teoría Política y Salud (tres tomos, 1994), Teoría de la Corrupción y Salud (dos Tomos, 1997), Teoría de la Verdad y Salud (2004) fueron algunos de los últimos libros de Floreal Ferrara.

Por Diego O. Orfila.
Publicada en revista LEZAMA, mayo 2005, año 2, nº 13.


Heredero en línea directa de Ramón Carrillo, ministro de Salud Bonaerense en tiempos de Oscar Bideagain y la Tendencia, también ministro de Cafiero en el ’87, Ferrara sorprende con su vitalidad. Con lenguaje directo y descarnado, el hombre proclama la caída del sistema de salud capitalista. Cardiólogo y experto en desarrollo económico y social, Ferrara no es un apocalíptico. Aunque sí un atrevido para lo que son los tiempos. Mientras corrige su próximo libro, titulado provisoriamente Antagonismo y salud, propone una nueva política sanitaria basada en autonomismo y gestiones asamblearias. En el fondo, acaso, a sus 80 años, Ferrara se refiere a lo que él mismo ensayó como funcionario en el 87: el plan ATAMDOS (atención ambulatoria domiciliaria de salud) que organizaba la política de salud a través de reuniones populares en lugares públicos.

-En sus últimas apariciones públicas usted afirma que el sistema de salud se derrumbó, ¿por qué?
Floreal Ferrara –El sistema de salud se derrumba porque se está derrumbando el sistema capitalista. Para decirlo en términos que se entiendan: Estados Unidos, el imperio, tiene en este momento más de 40 millones de norteamericanos que no están en el sistema, que no tienen respaldo para la salud. En la cuna del capitalismo. Cuarenta millones implica casi la República Argentina entera sin respuesta. Todo el capitalismo está en crisis en el mundo. Pero particularmente los Estados Unidos ni siquiera tiene los aportes suficientes para resolver los dos grandes sistemas, el medicaid y el medicare. A esos 40 millones no los atiende nadie. Pero hay otra cosa. El capitalismo ha depositado enormes esperanzas en el propio desarrollo competitivo de la tecnología. La tecnología ha infectado al sistema sanitario. Es más importante que la propia atención de la salud. La atención de la salud en el campo moderno está directamente relacionada con la tecnología. Porque la tecnología es la última expresión de la soberbia del capitalismo. La tecnología es la conducta que el capitalismo encuentra para enfrentarse con el antagonismo de la clase trabajadora.
-¿Qué pasa en Europa que tiene una tradición de Estado de Bienestar?
F.F. –La tradición del Estado de Bienestar se cayó a expensas de que el gran mecanismo de conducción de la salud es tecnológico. En estas condiciones, la tecnología ha superado económicamente lo que se puede resolver desde el punto de vista de la salud. No hay un solo Estado en el mundo, ni siquiera el Estado inglés, que pueda resolver la encrucijada de la salud. El sistema de salud inglés es un sistema estatal. Es un sistema del Estado que podría estar resolviendo el tema, pero no lo puede hacer. ¿Por qué? Porque la invasión tecnológica supera la perspectiva económica del sistema. Esto resulta de una trascendencia enorme, porque cualquiera de nosotros tiene la pretensión de decir “para resolver el problema de salud, hay que estatizar el problema de salud”. Pero Inglaterra no lo logra resolver. La cuestión está en que el capitalismo le ha impuesto el mecanismo a partir de un desarrollo tecnológico fenomenal.
-¿La tecnología no sirve? ¿La tecnología de alta complejidad no ha servido para solucionar enfermedades que antes no se las podía tratar?
F.F. –La tecnología de alta complejidad en el campo de la salud ha resuelto el problema del diagnóstico pero no está pudiendo resolver el gran problema de la terapéutica. Porque la cuestión no obedece al hecho de saber estricta y exclusivamente de qué enfermedad estamos hablando, sino de entender que esa enfermedad tiene que ver con la sociedad. Y cuando esa enfermedad tiene que ver con la sociedad, por más que el diagnóstico sea preciso, justo, casi magistralmente hecho ¿cómo se resuelve? Si usted tiene en su poder en estos momentos una tecnología como es la tomografía computada y la resonancia magnética, y ahora en el mundo la resonancia de positrones, que le permite llegar a saber que hay una célula en tal lugar del cerebro o en tal lugar del pulmón que se está transformando en una célula cancerosa y usted está en condiciones de producir ese diagnóstico, resulta que la terapéutica no está a la mano. No porque sea perversa sino porque en el campo de la terapéutica intervienen los fenómenos sociales. Y los fenómenos sociales son totalmente adversos al capitalismo que los produce. En este momento hay un desarrollo en el mundo de una tecnología que se llama la nano tecnología. La nano tecnología presume que es capaz de producir una máquina, en términos de Gilles Deleuze diríamos un instrumento maquínico, destinado a ir a romper esa célula. Si fuera cierto, estaríamos en la panacea que estábamos esperando. Ahora viene el interrogante: ¿quién maneja esa nano tecnología? Los mismos que están manejando el gran negocio de la terapéutica, de los medicamentos, el enorme negocio de esta fórmula del diagnóstico. Cuando usted mira cuidadosamente cuáles son las curvas de la tomografía computada, y cuáles son las curvas de la resonancia magnética nuclear dice ¿cómo puede ser que avance tan brutalmente la tecnología magnética sobre las demás? ¿qué han hecho las otras para ser suplidas? Nada. ¿Y qué hizo ésta para superarla? Nada. ¿Dónde está el negocio? El negocio está en que las transnacionales que manejan estas tecnologías son capaces de manejar exactamente lo que se necesita manejar, que es la publicidad, los medios de comunicación. Con los cuales, los médicos y la población creen que ahí está la salvación.
Ferrara juega al contrapunto. El ex funcionario habla con pasión. Peronista al viejo estilo, la referencia de Ferrara es John William Cooke. El “Bebe” Cooke, como lo llama el doctor. Mientras entrecierra sus pequeños ojos acerados, lo recuerda jugando al poker y citando a Chesterton. “Hoy Cooke estaría peleando para construir un hecho nuevo –reflexiona Ferrara-, como peleó después de alguna de las desaveniencias que tuvo con Perón. Era un revolucionario. Venía de la oligarquía. Del radicalismo, transador, si habría que ponerlo en los términos de Arturo Jauretche, del radicalismo cipayo. Sin embargo, el tipo se liberó de eso a partir de pensar en dónde estaba la lucha. Sebastián Borro estaba encabezando la revuelta del frigorífico Lisandro de la Torre -en 1959-. Llega Cooke y le pregunta ‘¿puedo entrar?’. ‘No hace falta ¿vos vas a estar?’, le dice Sebastián. Y Cooke no entró al frigorífico, no hacía falta, pero se pone al lado de los trabajadores”.

-¿Cuál es el papel de los Estados respecto del capitalismo y la tecnología?
F.F. –Ja ja –ríe-. Me sonrío porque de qué estamos hablando: de los Estados burgueses. No tienen ningún papel. ¿Usted cree que el Estado argentino puede resolver el problema terapéutico, cuando el Estado argentino en el campo de la salud está manejado directa y totalmente por las transnacionales del medicamento, las transnacionales del equipamiento, las nacionales de sanatorios, clínicas, etcétera? El sistema no quiere la salud, quiere la enfermedad. Precisamente quiere la enfermedad porque ellos creen, y es cierto, que ahí tienen su ganancia. La ganancia está demostrando que eso que los economistas llaman la ecuación costo beneficio que podría estar dando la solución, implica exactamente el derrumbe. Porque esa búsqueda terapéutica no está en sus planes. Está la búsqueda diagnóstica que es la búsqueda estricta y exclusivamente de la enfermedad. Y ahora en términos más simples: si usted quiere resolver el problema del cáncer de pulmón, tiene que anular las fábricas de cigarrillos. Y tiene que anular esa cosa diabólica que significa la contaminación ambiental, de los automóviles, de las fábricas, etcétera.
-Eso escapa un poco a la cuestión de la salud...
F.F. –Ja ja ja –ríe sonoramente, gira sobre el sillón con rueditas y se echa hacia atrás-. ¡Qué infame lo que está diciendo! ¡Es una infamia! Ja ja ja. ¡Cómo va a escapar de la salud la sociedad!, si adentro de la sociedad está la salud.
-Me refiero a que, por ejemplo, en un caso de contaminación ambiental en dónde lo que el Estado debería hacer es encargarse de la empresa que contamina, el área de salud termina encargándose de lo que no se encargan otras áreas. En ese sentido digo que escapa al área de salud.
F.F. –Claro, claro. Porque el área de salud desde el punto de vista de la realidad cotidiana se encarga de los cadáveres, no de quien los produce. Cuando hay que ir a buscar a los que los producen. Esto es una vieja historia y un viejo ejemplo de la salud que yo, como profesor de la facultad, lo repetía a cada rato y era muy simpático. En una curva muy peligrosa de los Alpes se desbarrancaban todos. Entonces, un tipo muy inteligente puso un hospital abajo. Ahí recibía a todos. El tema no era el hospital, había que corregir la curva. Eso es la salud. Para resolver el problema de la salud hay que resolver el problema de la sociedad. Entonces, claro, la salud no tiene solución si no tiene solución la sociedad. Pero pensemos que para resolver el problema de la esclavitud y de la explotación en el mundo, hay que resolver el problema del trabajo. Esto lo viene anunciando hace ya un siglo y medio Carlos Marx. Está en nosotros poderlo resolver. Perón mismo logró grandes cosas en este sentido. Cuando llegó Ramón Carrillo al ministerio de salud teníamos una tasa de mortalidad infantil del casi 120 ó 150 por mil nacidos vivos, cuando él se fue teníamos 50. Y qué dijo Carrillo: “no fue mi acción, fue la acción de la justicia social”.
-En ese caso, había una política del Estado.
F.F. –No, no, no, su concepción del Estado es una concepción vieja. El Estado es siempre burgués y, como tal, está siempre sostenido por las clases dominantes. Esto lo enunció Marx y lo comprendió hasta la gran puta Perón y Carrillo. Precisamente porque sabían dónde estaba el poder. Y el poder, o es de los trabajadores o no se resuelve el problema de la salud.
-Ahora vamos a ir a ese tema...

F.F. –Usted tiene un gran desprecio por las cosas que yo digo, porque tiene una concepción liberal de la gran puta –risas-.
-Ahora vamos al tema de la solución, pero lleguemos al fondo del problema. En la Argentina hay tres niveles en salud: las prepagas, las obras sociales y el sistema estatal...
F.F. –¡No me hable de eso! –interrumpe-. Es una antigüedad eso que me está diciendo. Existe pero es una antigüedad. Es una cosa del sistema absolutamente keynesiano, capitalista.
-Claro, justamente, las cifras dicen que las prepagas son las que menos gente atienden pero son las que más gastan. El problema es el negocio de la salud.
F.F. –Seguro, para darle una idea jocosa pero al mismo tiempo lamentable, cuando nosotros estudiábamos con algún cuidado dónde se gastaba más en medicamentos, nos encontramos con que el país estaba gastando, más o menos, un 30, 32 por ciento del gasto total en salud. Un gasto infernal, con la mitad debería estar resuelto. Esto siempre fue así, hoy mismo incluso. ¿Quién actúa ahí? Actúan todos. No es que las empresas sean vivas, es que los que están abajo son explotados y los médicos son parte de esa explotación. Recetan, recetan, recetan. Bien. Después seguimos analizando la situación para ver cómo estaban los hospitales públicos: el gasto era menor. No mucho, pero era menor. Después nos pusimos a mirar el gasto en las prepagas: el gasto era descomunal. Y yo decía en clase, y lo sigo repitiendo, “qué se jodan, quién les manda a ir a esos lugares”. Si ahí está todo pensado para que los pacientes salgan del consultorio con una receta lo más cara posible y con la mayor cantidad de medicamentos. El problema no está allí. Si usted quiere resolver, por ejemplo, el cáncer de pulmón, tiene que actuar, necesariamente, sobre la contaminación. Es actuar contra la sociedad burguesa, contra la sociedad productiva de bienes. Si usted debe actuar sobre el enorme gasto de utilización de antidepresivos y todo lo que tiene que ver con la situación psiquiátrica, tiene que actuar contra una sociedad que es estresante, que es angustiante y que produce toda cantidad de fobias. No debe darle remedios. Entonces, estamos hablando de un mecanismo perverso que lo que no quiere cambiar es la sociedad.

Ferrara imposta una voz carrasposa e imita a Perón. “¿Es difícil encontrarse con un tipo de izquierda que todavía siga pensando que Perón fue un revolucionario, no?”, pregunta el doctor. Ríe, detrás del amplio escritorio de su casa de Villa Urquiza, plagado de libros y manuscritos. Luego los recuerdos se encaminan a 1973, al ministerio de salud de la Provincia de Buenos Aires: “Fue una experiencia muy dolorosa. Yo fui ministro del gobernador don Oscar Bidegain. ¡Un señor! Además un héroe civil. Pero no nos alcanzó. Nos voltearon a los 100 días. Con Héctor Cámpora caímos nosotros. Toda la derecha del peronismo más reaccionario, nos peleó metro a metro, centímetro a centímetro. Pero igual hicimos cosas importantes. En esa época, consolidamos la perspectiva de que los hospitales estuvieran en mucha relación con las obras sociales”.

-¿Usted escuchó hablar del marketing médico?
F.F. –Eso es el mercado. ¿O qué esperaba? ¿Qué el mercado sea decente? El mercado es siempre absolutamente perverso. Mire la curva de la mortalidad infantil y la curva de la mortalidad materna en la República Argentina y se va a encontrar con calamidades. Acabo de terminar un artículo en este momento sobre la mortalidad materna en la República Argentina. Existe cantidad de elementos ahí adentro, entre los cuales están los abortos clandestinos. Sí, claro que están, pero es la sociedad patológica. Si usted focaliza el episodio sirve al enemigo, porque está anulando la totalidad. Esto es hegeliano. O se analiza la totalidad o no se entiende de lo que estamos hablando. El Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud dicen “mire el síntoma y resuelva el síntoma”. El chico tiene fiebre, démosle aspirina y se la resolvemos. Pero en verdad, el chico tiene una tuberculosis. Se va a morir porque estuvimos mirando el síntoma. Aquí es lo mismo: mire el síntoma, focalice el síntoma, observe el síntoma y corrija el síntoma. ¿Qué síntoma? Dónde está la contaminación, dónde está el estrés. Resulta que el 40 por ciento de la población argentina no puede acceder a un remedio porque no tiene el dinero, pero no para comprarlo, sino para ir al médico para que se lo recete. La salud no es un problema de microbios. Como decía Carrillo magistralmente, “cuando usted habla de los problemas de la salud, los microbios son una pobre causa”. Esta es para mi una frase memorable del negro Carrillo.

-El ATAMDOS fue en el 87 y 88, cuando usted fue ministro de salud en la Provincia de Buenos Aires, ¿cómo fue esa experiencia?
F.F. –Fenomenal, pero había que bancársela. Usted iba a una asamblea del ATAMDOS y se encontraba con todo ahí adentro. Con los locos, con los borrachos, con los pibes, con las gallinas, con los perros. Era el pueblo. Se hacían adentro de un club, en la casa de alguien, en una cocina, donde fuera. Y si no había ningún lugar, debajo de un árbol, como en los viejos tiempos de Grecia. Yo cuento siempre una anécdota enormemente conmovedora. Han pasado ya casi 20 años y no me la puedo olvidar. Una muchacha con toda la cara de india, tenía un niño en cada pecho porque sus hijos eran mellizos, y dijo “esto está fenómeno, esto viene muy bien, pero aquí tenemos un grave problema que está dado por el dueño del horno de ladrillos”. Dije “qué será, un problema ecológico” –rie como para sí-, no podía entender qué estaba pensando la muchacha. Entonces ella continuó “lo que pasa es que a nuestros machos le están pagando 5 pesos y les tienen que pagar 12”. No me acuerdo ni de que moneda. “Y ahí está, el ATAMDOS tiene que ir a pelear esto”, insistió la mujer. A los 10 días me llaman por teléfono, dice la gente del ATAMDOS número tanto, era en las afueras de Florencio Varela, a ver si es capaz de ir a la reunión. Fui a la asamblea. Me senté en un árbol caído, en un tronco, porque no había donde sentarse, yo soy rengo y en algún lado me tenía que sentar –ríe-. La misma muchacha dice “ya está, ya lo resolvimos, al tipo lo apretamos y ya nos paga 12 mangos”. Esa era la salud. Esa es la salud: cuando la comunidad toma en su poder, el poder. Y no es necesario, no estoy tan seguro de esto que le voy a decir, ir a tomar el Palacio de Invierno al estilo de Lenin. No, a lo mejor no es necesario –duda-. No lo sé.
-¿Cómo se resolvía el problema de cuestión técnica y de la administración técnica?
F.F. –Je je je, –ríe gravemente-. La cuestión pasa por que mientras la facultad y las academias no formen a los profesionales como los tienen que formar, la comunidad tiene que manejar el proceso. Nunca he visto una cosa más dúctil, más enormemente esclavizada, más enormemente colonizada que la profesión médica. Nunca. Sigue lo que le dictan los poderosos. Si usted observaba el panorama de los ATAMDOS, que para mí fue de enorme significación para darme cuenta por dónde pasa la realidad del poder, observaba lo que eran las enfermeras al lado de los médicos y sentía que la revolución estaba en las enfermeras. Y está. En las psicólogas y en los psicólogos más o menos, dependía de qué formación tenían. En los médicos, pocos. Pocos. Pero las enfermeras empujaban. Y la comunidad empujaba.
-¿Por qué las enfermeras tienen esta distinción respecto de los médicos?
F.F. –Porque son más carne de pueblo. Uno, como médico tiene un adiestramiento y al mismo tiempo una esclavitud más cercana porque el imperio impone la teoría y impone la práctica. Hay dos o tres elementos claves, entre los cuales están los medicamentos y el equipamiento, que te imponen la práctica. Las facultades de medicina son parte del sistema. Ninguna de ellas se está planteando que hay que hacer una revolución para producir salud. No, hay que recetar más y más y más. Hay que hacer más y más tomografías. Hay que hacer más y más resonancias.
-Michel Foucault hablaba del discurso médico y el poder.
F.F. –Foucault descubre el gran concepto del biopoder. Se da cuenta que en la sociedad se ejerce un poder sobre las vidas. El biopoder utiliza un hecho que se llama la biopolítica. Es decir, la política hacia la vida. Produce hegemonía y produce disposiciones casi de esclavitud. O por lo menos de explotación. Para salir de eso, la perspectiva es la construcción de autonomía. Lo dice claramente en Imperio y sobre todo en el último libro, Multitud, Michel Hardt y Toni Negri. Ahí está mucho más claro porque nos vienen a enseñar que el gran capitulo de la liberación, desde Marx en adelante, está en los explotados. Y el primer escalón de los explotados son los enfermos. Marx decía que la enfermedad es esclavitud. Ahora, fíjese que ninguna de estas cosas son ya quiméricas. Circulan en el mundo. Están formando parte de la mentalidad del mundo.
-Según la experiencia del ATAMDOS, insisto, ¿cómo resolvía el problema de la administración?
F.F. –Lo manejaba la comunidad de punta a punta. La asamblea designaba un grupo coordinador, generalmente 8 ó 10 personas. La asamblea se constituía por todo el universo que estaba directamente relacionado con ATAMDOS. Un ATAMDOS atendía 300 familias, más o menos unas 1200, 1500 personas. Se llamaba a asamblea cotidianamente. Dos tipos levantaban las manos y ya había asamblea para el día siguiente. A su vez, la asamblea designaba al consejo coordinador. Ese consejo coordinador recibía los medios, recibía la economía, recibía los insumos. Y decidía que había que hacer. Un día uno dijo “che, acá el gran problema es la basura, las moscas, qué mierda hay por acá”. Entonces resolvieron construir un gran cajón con ladrillos. Nos pidieron ladrillos, fueron ladrillos. Adentro metieron otro cajón de madera que ellos mismos hicieron. En este último volcaban todos los residuos. Esto quedaba tapado. Luego tenía que venir el camón de la municipalidad y se llevaba la basura. Habían resuelto el tema de la contaminación. De repente, el camión no venía y, ¿qué hacíamos? Se iban los asambleístas a la municipalidad, le apretaban los huevos a quien había que apretar y el camión venía. Eso era, por ejemplo, en Tandil, pero fue en muchos lugares. Nosotros alcanzamos a conformar 150 ATAMDOS. El pobre esquema no alcanzó a vivir. Pero era una revolución en marcha.

Ramón Carrillo y la salud estatal o la salud pública

“El negro Carrillo era genial. Yo tuve la suerte de hablar mucho con él. Ramón era un cabecita negra. Feo, mofletudo, panzón. Cuando él hablaba de las cosas de la salud, decía ‘a mi me facilitó mucho que hubiera mucha guita en el país’ –ríe Ferrara-. ¡Claro, cómo no lo va a facilitar! ‘Pude hacer hospitales, pude hacer todo esto’. Igual, él tenía una concepción mucho más sanitarista céntrica, mucho más médico céntrica que la que yo tengo en estos momentos. Claro, han pasado 60 años desde entonces. Me puedo permitir el lujo de tener discrepancias con el negro, del que yo aprendí todo lo que sé y mucho más, porque lo escuché muchas veces. Lo escuché en la pelea fenomenal con Eva. Qué linda pelea. El negro decía ‘los hospitales son del Estado y el Estado es el responsable’. ¿Usted que piensa?, le decía a Eva. Ella le respondía ‘no, los hospitales son del pueblo, los tiene que manejar el pueblo’. Y me preguntaba a mí ‘¿y usted que piensa?’. Que tiene razón Eva, decía yo. ‘¡No ve que son todos unos revolucionarios! No entienden nada’, se enardecía Carrillo”.
-Ese sería el debate entre salud pública y salud estatal.
F.F. –Sí, sí –piensa- es cierto. Pero ahora es más fácil concebir cuál es el camino del Estado. Con los ATAMDOS, con la Atención Ambulatoria Domiciliaria de la Salud, le dábamos el dinero, convocábamos a las asambleas. La propia población que estaba bajo el programa se reunía semanalmente y a veces dos o tres veces por semana para resolver los problemas. Y resolvían los problemas. Cuando la comunidad, la población, como dice Negri, cuando los comunes intervienen en la resolución de los propios problemas no hay quien los pare.